Rammang Rammang; niebla niebla. Como si no bastara con una vez y hubiera que repetirlo para creerlo.
Hay lugares que parecen un descubrimiento. Que, aunque no seas el primero ni el único en llegar obviamente, te hacen sentir descubridor. Recuperar esa sensación de la época dorada de los viajes, cuando los aventureros nos enseñaron al resto de occidentales todos los confines del mundo, desde los Mares del Sur hasta el Polo Norte.
En esa sensación tiene mucho que ver el viajar en temporada baja, algo que recomiendo totalmente. Cruzarse con pocos turistas en estos destinos lejanos y alejados de modas turísticas, te obligan a vivir aún más intensamente lo local.
Y más en un paraje como Rammang Rammang, encajado en un karst y con aldeas a las que sólo puede llegarse en barca. Recorrer los manglares, desbordado por la belleza de las palmeras, arrozales, rocas y montañas redondeadas como si las hubieran desmoldado.
Un paisaje inconfundiblemente asiático que muchos comparan con Halong en Vietnam. No lo sé, no he estado allí. Pero si os puedo hablar de este increíble lugar de Sulawesi.

Definición de deslumbrante. Paisajes inolvidables de Sulawesi.
#rammangrammang es uno de los paisajes más deslumbrantes de #sulawesi en #indonesia
Buscando la aldea de Berua: el trayecto en barca.
Cuando llegué al embarcadero, había niños chapoteando y jugando a tirarse desde las rocas, creando espuma y burbujas blancas en un agua pastosa y verdísima. La barca amarilla y marrón de quilla chata esperaba con el ronroneo perezoso del motor encendido, y un barquero que no hablaba nada de inglés (una tónica muy común en Sulawesi), escuchaba las indicaciones del patrón.
La proa empezó a abrirse paso como un cuchillo en gelatina, arrastrando ondas a su paso. Las raíces y las ramas forman un horizonte propio en el manglar que tiene algo de hipnótico. Las montañas son redondeadas, como bizcochos gigantes con cobertura de jungla. Aparecen fugazmente entre las palmas y las frondosas copas de los árboles.
Arrozales que ocupan su lugar entre la espesura como cazadores furtivos. Y todo el cielo y el paisaje reflejado como una película a cámara lenta en la pantalla verde y mantecosa del río. Cada recodo es una nueva perspectiva.
El viajero se pregunta adónde llevarán los ramales que surgen, que habrá allá en lo alto de esas montañas, suaves como mazapanes, que deben ser tremendamente duras de coronar. Los insectos cantan y algún aldeano bugui se cruza por el río saludando y, como siempre en esta isla, con una sonrisa franca. Algunos puntos de pesca se ven surgiendo como puestos de equilibristas en el agua: son apenas unos bambúes cruzados.
Y contemplando todo eso, pasando junto a las raíces y sobre ese Río Pute cuyo fondo no se ve, uno recupera la ilusión de las excursiones que hacía de niño; cuando te decían que te llevaban a una sorpresa y, efectivamente, lo era.
Berua, una aldea bugui.
Tras unos 20 minutos un pequeño embarcadero nos deja frente a la caseta de entrada a Berua. Esta pequeña aldea de la etnia bugui perdida en la zona de Rammang Rammang, y a la que sólo se accede por el río, no parece de primeras tener gran cosa que ofrecer. Pero es una impresión falsa.
Porque como suele ocurrir a menudo, al entrar en los campos y saborear despacio su atmósfera y su paisaje, uno tiene la sensación de desplazarse en el tiempo.
La aldea es en realidad un conjunto de palafitos repartidos en el llano pantanoso; las vistas son bellísimas, no hay carreteras, coches ni motos. No hay hoteles ni tiendas de recuerdos. Sólo unas cuantas familias que siguen viviendo allí como hace siglos: pesca, arroz, patos que andan en manadas, pastoreados por ancianas. Ocas que graznan al paso del viajero como perros guardianes, hinchando el pecho y agitando las alas para defender su parcela. Alguna vaca suelta que rumia las hierbas de los bancales.
No hay nada más y, sin embargo, es un mundo en sí mismo. Una aldea con el privilegio de lo que está sin alterar, y situado en un entorno tan bello que parece irreal.
Kawasan: las rocas afiladas.
Antes de volver a Makassar dimos un paseo por los paisajes entre Kawasan y Pangkep. Desde la ventanilla del coche los arrozales al atardecer resplandecían como una película. El paisaje es tan bello que parece irreal, como un decorado construido a posta para impresionar.
Contrastando con las montañas redondeadas vistas desde Berua, el karst de Kawasan se eleva negro y afilado, con perfiles tan finos y precisos como los de los vidrios rotos. El mismo patrón de los barqueros nos hacía de chófer improvisado, pitando y saludando entre risas cada vez que se cruzaba con un paisano.
No nos quedó duda por su actitud y la cara de sorpresa de los demás, que había alquilado el magnífico todoterreno para devolvernos a Makassar. Y pavoneaba y, seguramente, hacía bromas con los conocidos a nuestra costa: a nosotros nos pareció un buen precio el pagado, pero saltaba a la vista que el patrón había conseguido un jugoso extra con nosotros.
Pero todo eso no importaba. La hermosura del paisaje lo invadía todo, con esa luz húmeda y dorada. Pudimos parar y subir a unas pasarelas sobre el karst para admirar, extasiados, la inmensa extensión de arrozales, la aldea de Pangkep y, a lo lejos, el resto del karst.
Así, como bruma, las imágenes se dibujaban y deshacían en la vista; en la visita de ensueño que es Rammang Rammang, y la inmensa belleza de este enclave de Maros.
Pedazo de aventura y pedazo de paisajes! Las fotografías son muy buenas y leerte es una delicia. Más allá de aquellos datos que ofrece google, cuentas como lo vives y parece que hayamos estado allí. Saludos!
Holaa!
Pues muchísimas gracias, siento no haber respondido antes pero con lo del viaje a Nepal…
Sé que mi forma de escribir no es muy popular, la gente espera una información práctica de cómo llegar, qué ver y cuánto cuesta. Pero creo que muchas veces es necesario el hacer ver, el reflexionar. Los datos prácticos se encuentran fácil en Google y además, si te lo dan todo hecho y anotado, ¿qué gracia tiene entonces aventurarte a hacerlo tu? Yo quiero animar a tirarse al mundo, no a dar un plano detallado como el papá que lleva de la mano al niño. ¿Quieres aventura? Yo te animo y te aconsejo. Pero búscate las habichuelas para lo concreto, porque eso es precisamente la salsa de la aventura.
Sólo haciéndolo uno mismo se vive un viaje de aventura, creo yo.
¡Un abrazo fieras!